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    El cáñamo vuelve a reivindicarse como una de las plantas más versátiles para la creatividad humana. Con ella se elaboran casas, ropa, mobiliario y mucho más. ¡Descubrila!

    El regalo de los dioses, la planta de los diez mil usos o, simplemente, cáñamo. Un arbusto objeto de deseo, prejuicios, mitos y, sobre todo, una materia prima tan antigua como interesante en la actualidad.

    El cáñamo es una planta de crecimiento rápido de la que se aprovecha todo para los propósitos más dispares a la vez que útiles. Del tallo se obtienen fibras empleadas como tejidos, cuerdas o refuerzos. De las semillas se puede extraer un aceite con infinidad de aplicaciones, desde alimento hasta cosméticos, e, incluso, combustibles o plásticos, pudiendo sustituir al petróleo de manera eficaz.

    Y con el resto del tallo se obtienen astillas empleadas en ganadería, bioconstrucción y la industria papelera. Casi todos los sectores económicos y productivos encuentran una aplicación práctica para el cáñamo en alguna de sus diferentes formas y en todas, un denominador común: ser la opción más ecológica.

    El aprovechamiento del cáñamo ha acompañado a la humanidad desde hace milenios. También es cierto que algunos exageran diciendo que desde los primeros cultivos en Mesopotamia hace 12.000 años ya se plantó y recolectó cáñamo, cuando la realidad es que las evidencias arqueológicas más antiguas datan de hace 4.000 años en China, lo cual tampoco está nada mal.

    Desde entonces, el cáñamo se ha empleado de manera intensiva como materia prima para la obtención de papel, tejidos y aceites, haciéndose imprescindible para casi cualquier sociedad a lo largo y ancho del planeta hasta hace menos de un siglo, cuando fue ilegalizado por su asociación con el mundo de los estupefacientes.

    Tirar del hilo

    La aplicación más común y conocida del cáñamo ha sido en forma de fibra ya sea para cuerdas o para textiles. Alrededor del 30% del total del tallo es transformable en fibra y puede llegar hasta los 6 metros de alto, lo que la convirtió en la fibra más valiosa hasta la llegada del nailon y otras fibras sintéticas.

    Una vez eliminadas las hojas, los tallos se fermentan en un proceso conocido como enriado que hace desprender la capa exterior en fibras largas y cortas, siendo las largas las más apropiadas para la fabricación de telas, y quedando el resto para aislantes térmicos, fieltros fonoabsorbentes y refuerzos sustitutos de fibra de vidrio en composites.

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    Fuente arquitecturaydiseno.es

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