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    Hablamos acerca del (des) orden, las incomodidades, lo esencial y lo accesorio, los cambios y otras buenas yerbas de la aceptación propia.

    Por Laura Yofe

    En los tiempos que corren, donde sobran compromisos y responsabilidades y falta tiempo para todo, no resulta extraño que un día, sin saber cómo ni por qué estallemos en crisis porque llegamos a casa y el hogar dejó de ser nuestro refugio para convertirse en Kosovo. O porque en la carrera entre preparar el desayuno para los chicos y prepararte para ir a trabajar no encontrás esa camisa blanca que te querías poner para la reunión más importante del mes. O un clásico, de repente se cortó la luz y al preguntar a los vecinos te das cuenta que se te traspapeló la factura y te la cortaron.

    Esa he sido yo desde chiquita, desordenada serial según mi madre, una mujer extremadamente ordenada que cada vez que no podía abrir la puerta de mi cuarto hacía lo que todas las madres hacemos: todo al piso y a ordenar hasta que se pueda entrar, con penitencia incluida. Las cosas no mejoraron mucho cuando crecí y tuve mi propia casa, pero claro, como no estaba mami me las arreglaba para que en apariencia estuviera todo perfecto escondiendo el desorden en un perfecto orden: placares, vestidores, bajomesadas, bauleras, organizadores y contenedores de distintos tamaños, colores y utilidades, todo lo que veía en el Supermercado lo compraba con la convicción de que ahí estaba la solución. ¡Error! La magia del orden sucede, pero no se logra comprando espacios de almacenamiento.

    Siempre pensé que me pasaba sólo a mí y más de una vez tuve la ilusión de encontrar un grupo de Desordenados Anónimos para revertir mi situación. Cada cambio de temporada mamá venía a casa y dejaba todo impecable y ordenado sólo para darme cuenta al mes que, nuevamente no encontraba nada. Mi casa, mis hijos y mis responsabilidades crecían y al mismo ritmo iba la sensación de agobio e impotencia por no poder mantener la armonía del hogar. Los tiempos modernos y la liberación femenina sólo me hacían añorar cada vez más la época de nuestras abuelas, una utopía.

    Lo cierto es que en los albores del siglo XXI los trastornos generados por la falta de orden han tomado un protagonismo que va más allá de nacionalidades, culturas, género y edad, lo cual se asemeja a una pandemia. Es un tema global que, lejos de ser una moda o una trivialidad, pone sobre la mesa nuestro estilo de vida, nuestras elecciones, nuestras prioridades, nuestras incomodidades y sobre todo nuestra capacidad para resolver todo junto.

    Tal es la necesidad de orden que, en 2017 la revista Time distinguió como una de las cien personas más influyentes del mundo a la diminuta Marie Kondo, la jovencísima gurú japonesa creadora del método KonMari y de La Magia del Orden y otros tres libros más, todos best sellers.

    “Este tema del orden pone sobre la mesa nuestro estilo de vida, nuestras elecciones, nuestras prioridades, nuestras incomodidades y sobre todo nuestra capacidad para resolver todo junto.”

    Una amiga me los recomendó y me dediqué a estudiarlos (con más escepticismo que esperanza) para descubrir qué de lo que proponía Marie la diferenciaba de los muchos métodos de orden y organización disponibles, al nivel de convertirla en suceso mundial. El éxito del método de la pequeña gurú oriental radica en el proceso, no en las técnicas de doblado y almacenamiento. Es tan, pero tan simple, que para los occidentales puede resultarnos difícil y hasta inentendible porque no estamos familiarizados con conceptos orientales clave como “que el afuera es sólo un reflejo de lo que nos sucede adentro”. Así, lejos de pensar al desorden como un castigo, lo convertimos en un aliado para tomar conciencia.

    El desorden nos invita a poner por un momento en pausa la vorágine en que vivimos para pensar cómo queremos vivir.

    Mirar, cuantificar, agradecer y evaluar todo lo que habita en nuestra casa y a partir de ahí elegir qué de todo eso nos hace felices.

    Soltar, desapegarnos y descartar aquello que ya no necesitamos o ya no tiene nada que ver con la versión actual de quienes somos y, en consecuencia, hacer espacio para que ingrese lo nuevo.

    “Cuando miré a mi alrededor vi que había cosas que ya no me representaban, me vi tapada de ropa que ya no uso, de papeles que no sé qué dicen, de carpetas y recuerdos, de muchos recuerdos que no quería recordar, muy decidida me paré delante y saqué todo.”

    Así fue como, de tanto hacer catarsis con mis pares desordenados seriales y contarles con pasión no sólo lo que aprendí sino también los resultados que obtuve, surge una mirada propia y mendocina de cómo enfrentar la pandemia del desorden en tres simples pasos y hacer que la magia suceda: #ParáMiráSoltá. Con inmensa alegría los amigos que se animaron a encarar el proceso de esta manera me compartieron su experiencia.

    Para Eugenia, profesional y mamá full time de 4 niños – “los cambios interiores profundos impactan directamente sobre nuestro entorno. Esta nueva mirada llegó a mi vida en el momento justo”.

    Soledad, de 26 años, licenciada en comunicación, quien todavía vive con su familia, me dijo: “entendí que mis cosas hablan de mí, que mi habitación dice quién soy y qué hago con eso. Cuando miré a mi alrededor vi que había cosas que ya no me representaban, me vi tapada de ropa que ya no uso, de papeles que no sé qué dicen, de carpetas y recuerdos, de muchos recuerdos que no quería recordar, muy decidida me paré delante y saqué todo. Durante ese proceso también pude leer cartas y recordar anécdotas. Las buenas y las malas ocupaban un lugar en mi pared y en mi placard. Todas colaboraron para ser quien hoy soy. Les di mi agradecimiento y después las solté. Hoy mi cuarto tiene mis cosas ordenadas, aire fresco y mucho espacio para lo nuevo. Ahora, sonrío cada vez que abro mi placard ordenado. Ya llevo más de tres semanas: bien por mi!”.

    Santiago, casado, profesional con dedicación full time: “No solo se trata del simple y cotidiano hecho de ordenar ropa y objetos materiales, sino de ser feliz con lo que tenemos. De agradecer lo que hemos logrado y de soltar lo que ya no sirve, para dejar lugar a lo nuevo. Espero que esto no suene como un programa de televentas de la madrugada, pero funciona!. Si vieran como tengo mis cajones! Y lo fácil que es viajar liviano! Además, lavar y planchar la ropa dejo de ser un tedioso momento!”

    Finalmente, y parafraseando a un superhéroe mexicano, ¡que no cunda el pánico! Si sos una víctima más de esta pandemia y tu casa te habla a través del desorden, escuchala, hacete amiga, seguí el proceso: pará, mirá y soltá, y hacé que la magia suceda.

    Ingresá a la edición digital 153 para leerla igual que en el papel, haciendo click aquí

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