“La habitación de al lado” es la última película de Pedro Almodóvar y fue filmada en una vivienda bioclimática. Se trata de la “Casa Szoke”, ubicada en el monte Abantos en Madrid y mimetizada con el contexto.
Como salida de un cuento. Como un escenario ficticio armado por los grandes estudios en donde la casa se torna una protagonista más, de esta profunda historia. Así es “Casa Szoke”, una vivienda bioclimática real, bautizada así por los autores del proyecto, (Aranguren + Gallegos Arquitectos) que se encuentra en la localidad de San Lorenzo del Escorial, en uno de los enclaves más maravillosos (y mágicos) de la sierra madrileña: el monte Abantos.
“La idea principal es conseguir que la casa se integre en el entorno natural del pinar, que se mimetice con el paisaje”
Y es allí en donde el primer largometraje rodado en inglés por el director Pedro Almodóvar, “La habitación de al lado”, se entrelaza desde la casa con el relato y la actuación de Tilda Swinton (en la piel de Martha) y Julianne Moore (Ingrid).
Casa Szoke, lugar de película
Se trata de una edificación de 450 metros2 y cuyo un costo aproximado es de 1 millón de euros. La construcción, que se realizó entre 2018 y 2020, es de concepción bioclimática y se abre mediante grandes perforaciones a la mejor orientación, no sólo en cuanto a vistas, sino también para procurar frescura en verano y calidez en invierno de forma natural.
“La idea principal es conseguir que la casa se integre en el entorno natural del pinar, que se mimetice con el paisaje. Para ello se recurre a una geometría quebrada, fragmentada en una secuencia de pequeños volúmenes encadenados en caída por la pendiente del terreno, consiguiendo una arquitectura acoplada, aplastada sobre el suelo elevándose lo menos posible, sobre todo en la parte alta de la parcela”, detallan Aranguren + Gallegos Arquitectos.
La textura y el color exterior de la vivienda, de acero corten oxidado (un material de una larga vida útil y 100% reciclable), hacen que se funda con el terreno de piedra granítica grisácea y oscurecida por la erosión y los líquenes adheridos a ella, así como con las tonalidades rojizas de los troncos de los pinos.
En el exterior frondoso destaca, además de la sostenibilidad que proporciona un paisajismo con plantas autóctonas, la introducción de un pequeño jardín zen, creado para disfrutar de su contemplación y relajarse instantáneamente.
Espacios amplios, luz natural y la madera protagonista en los ambientes hacen que a pesar de que cuenta con un interiorismo algo minimalista, no resulte fría. Además, la madera no solo proporciona confort visual, también táctil y aromático, algo que sostienen diversos estudios de neuroarquitectura.
Desniveles y luz desde lugares impensados
El traslado de las dos periodistas, Martha e Ingrid (los personajes de la película que deben convivir en esa casa) a esta vivienda marca el comienzo de una nueva intimidad entre las dos amigas, la racionalidad de esta casa irradia calma por sus formas sencillas y su concepción de volcarse hacia el paisaje.
La cocina con el comedor de diario se encuentran un nivel por debajo, y por encima, disfrutando de las mejores panorámicas, se sitúan abiertos la sala de estar, el comedor y un rincón de lectura.
El salón es un lugar de respiro, de disfrutar pausadamente de largas sesiones de cine clásico y de conversaciones trascendentales.
La luz toma protagonismo casi por extensión por medio de las ventanas (de Schüco) se mantienen abiertas todo el tiempo, pues el enclave íntimo y privado de la ‘Casa Szoke’ en el monte Abantos permite no preocuparse de las miradas ajenas. Y el efecto final es que los ventanales (cristaleras en España) se dejan sin vestir, es decir sin ningún tipo de tamiz ni nada que obstaculice la luz.
Sin dudas, cuando la arquitectura logra ser una de las protagonistas del relato, vehiculiza cada diálogo intimista y profundo de manera potenciada.