En este tipo de productos se instala cada vez más la tendencia de vincular el diseño y lo artístico. Está dirigido sobre todo a un público joven y se sostiene con envases innovadores.
Por Verónica de Vita
Hay algo en esa etiqueta que desde la góndola nos llama para acercarnos a ella, algo que atrae y que la distingue entre tantas otras que se encuentran en el mismo lugar tratando de llegar a nuestras manos. Y en ese juego entre mercado, gustos personales, promesas y estrategias, lo que ofrece el producto en primera instancia es esa carta de presentación con la que busca contar mucho de él y todo lo que está detrás.
En ese desafío, el arte gana terreno para llegar hasta esa etiqueta y por qué no incluso hasta el envase, ese envase en el que también se apela a la creatividad para adaptarse a las nuevas preferencias.
Quizás el vino, un producto tan propio de Mendoza es uno de los mejores referentes para mostrar esta tendencia que une arte y diseño.
Los vinos están llevando a sus envases la belleza y la expresividad de obras de arte como una forma de referir al entorno y la concepción con los que fueron creados.
Valeria Guarnieri es diseñadora industrial especializada en gráfica con 20 años de trayectoria en Artes Plásticas. Se ha posicionado en el diseño de etiquetas con ese perfil que busca relacionar ambas actividades y estilos.
“Me pasa mucho que termino usando obras de arte mías y las traspaso a las etiquetas y más con un producto noble de mi tierra”, contó a Clubhouse.
No sólo eso, sino que además una de sus obras está plasmada en un packaging que sale de lo común para los consumidores habituados a disfrutar de un vino después de descorchar una botella, casi como parte ineludible de la ceremonia que involucra llevarlo hasta la copa y luego saborearlo.
El producto en el que se encuentra la obra es un vino joven marca Bodini, de una bodega local que no tiene una extensa historia para contar sobre su trayectoria. El importador es Vine Connections que trabaja en el mercado de Estados Unidos desde 1.999 y desde este año comercializa un malbec en ese país cuyo envase es una lata de 250 ml. Se lo presenta en un pack de 4 unidades.
MUCHO MÁS PARA DECIR
La diseñadora destacó que se apunta a lograr un vino con particular hincapié en la calidad de la fruta, que no esté tanto tiempo en roble, es decir sin tanto tiempo de guarda y que sea una bebida fresca que se adapte a diferentes circunstancias, fundamentalmente que sea cómodo su consumo.
“Taste The Andes” (prueba Los Andes) en referencia a la cordillera de donde surge el fruto que se transforma en vino, es el slogan del producto. Justamente por eso consideró que una obra suya que vendió y se encuentra en California y en la que se muestran capas de colores propios de las montañas locales era la elección acertada para expresar la esencia del producto.
Tiene color siena quemado que es el que se ve cuando el sol toca la roca de la montaña, capas y capas en degradé hasta llegar al cielo, y termina en blanco como la nieve en altura, color particular que da sensación de frescura como también lo da el agua de deshielo que irriga nuestros viñedos gracias al dique Potrerillos, representado de forma abstracta con el turquesa al pie”, detalló la artista.
“Los vinos están llevando a sus envases la belleza y la expresividad de obras de arte como una forma de referir al entorno y la concepción con los que fueron creados.”
“El color atrae muchísimo a la gente y es algo que el diseño argentino no ha tenido mucho en cuenta, recién ahora está incorporándose gracias a lo que se ha visto en ferias internacionales”, agregó en una lectura más amplia.
Desde su perspectiva a través del arte puede comunicarse mucho más e incluso contó que ha hecho tests para ver la reacción de la gente frente a la góndola:
“es impresionante como se quedan mirando la botella, es algo genuino, distinto a lo diseñado en la computadora”.
Mencionó que, en el mercado norteamericano, como también ocurre en otros, la gente quiere una historia y aprecia a quien se atreve a hacer algo diferente.
Otro vino en el que pudo plasmar una obra suya es Chamán, en el que se hace referencia a sus elaboradores quienes recibieron las directivas de este personaje mágico, que les señaló cómo y cuándo proceder para obtener ese vino en particular.
La utilización de arte en las etiquetas de los vinos es una tendencia que se aprecia muy fuertemente en las producciones de todo el mundo. En Argentina, algunas bodegas lo han incorporado desde hace tiempo y otras comienzan a transitar el camino.
“Hice una pintura que se transformó en etiqueta, pinté la revolución y el fuego para hacer ese vino juntos con indicaciones del más allá y digitalmente le agregué los personajes”, resaltó.
Be My Hippie Love de bodega Animal Organic es otro producto en el que se usa la misma técnica. Este vino de la bodega de Ernesto Catena plasma en su etiqueta una obra de la artista Marina Di Campello, una argentina radicada en Nueva York.
Damián Caruso, del equipo de Marketing y Comunicación de la empresa, refirió que busca representar la vendimia mendocina tal cual se realizaba antaño, muestra dos chicas pisando la uva y sus dos parejas tocando música.
Según explicó cada bodega tiene su estilo y en el caso de Ernesto se apunta a la innovación y en ese marco la imbricación de arte y diseño es parte de su marca.
El vino Animal es otro ejemplo de esto: “es una obra de Rousseau, también es un vino joven con una complejidad interesante pero fácil de beber con un paso de madera muy corto”, relató. Este producto se exporta.
Tical es otro y lleva en su etiqueta la obra de un artista amigo de Ernesto, es un blend de malbec de más de alta gama.
MERCADO JOVEN