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    Por Arq. María Florencia Oña La Micela

    Esta ley física y universal irrumpe en la arquitectura para hacerse cargo de los espacios intermedios en donde el interior y el exterior no se contraponen sino que se complementan en un diálogo armónico para lograr piezas que interpelan.

    La noción física del espacio – tiempo influye en el desarrollo de la espacialidad arquitectónica moderna. El concepto se abre al exterior sin perder su noción interior y se contrapone así a la dicotomía espacial entre afuera y adentro, que caracterizó a la disciplina durante los períodos anteriores al Siglo XX. El espacio interno y el externo no se dividen ni se unen sino que se manifiestan mostrando su propia identidad; conectándose de modo incesante. De este modo, la estructura reticular en esqueleto se convierte en el sistema que hace posible esa continuidad. Le Corbusier la patenta como Dom-Inó en 1915.

    La misma se destaca por definir el espacio moderno de forma continua y fluida. Está compuesta por planos horizontales -los de suelo y el de techo- así como posee elementos de sostén verticales que se minimizan al máximo en número y sección. Con esta tipología, el límite entre interior y exterior deja de ser algo definido para convertirse en un espacio intermedio que no pertenece ni a un lugar ni a otro y que es, a la vez, cerrado sin limitar. Esta tipología arquitectónica se incorpora a la disciplina por medio de la abstracción, despojando cualquier elemento tectónico adjetivo. Configura, en este sentido, una levedad formal, estructural y estética.

    Es importante señalar que el período anterior al moderno se caracterizó por la ambigüedad, incluso por llegar a ocultar la verdadera constitución material estructural de los edificios. La tecnología logra hoy resolver las grandes áreas cubiertas y permite abstraer la estructura de su propio peso. El esqueleto, en este contexto, sirve para transmitir la caída de la gravedad a la tierra y establecer el orden del espacio.

    “La arquitectura no sólo debe cumplir con las leyes naturales que rigen el cosmos sino que también debe representarlas, expresarlas, hacerlas manifiestas”.

    Además, la arquitectura ha mostrado un interés constante en el desarrollo de las tipologías estructurales. Un ejemplo de ello es la Casa sobre el arroyo de Amancio Williams; ubicada en Mar del Plata. Situada en un paisaje natural de características escenográficas muy particulares, es considerada como un elemento paradigmático de la arquitectura del siglo XX.

    La vivienda es una clara evidencia de la capacidad de establecer un vínculo entre la racionalidad moderna y la naturaleza. El sitio se caracteriza por el río “Las Chacras”, que atraviesa la parcela. La estructura conforma una síntesis conceptual contundente desarrollada en tres dimensiones que trabajan de forma integral y está compuesta por tres elementos clave: una superficie curva, los componentes horizontales del volumen principal y el plano de cubierta.

    “La Casa sobre el arroyo de Amancio Williams; ubicada en Mar del Plata, es considerada como un elemento paradigmático de la arquitectura del siglo XX. Sencillamente, un paisaje digno de explorar”.

    El arco vincula un extremo del arroyo con el otro, trabajando simultáneamente con la losa de piso, la cual se vincula con los tabiques y las vigas horizontales perimetrales. Permite, así, un interior libre; relacionando con el contexto natural de afuera en todas las direcciones e incorpora la amplitud de ambos lados: Entrega el espacio interno junto al externo de un modo despojado, simple y grandioso.

    La visita a esta pieza arquitectónica extremadamente singular es realmente imperdible y exquisita si se está cerca de Mar del Plata o de la costa Argentina. La misma esconde una materialidad externa impecable (hormigón martelinado), un interior diáfano y relajado para coronar con un exterior masivo, contundente y extremadamente sintético. Sencillamente, un paisaje digno de explorar. Si bien la casa ha sufrido un gran deterioro por el transcurso del tiempo, la estructura no ha perdido su elegancia conceptual.

    Como afirmó Le Corbusier: “La arquitectura no sólo debe cumplir con las leyes naturales que rigen el cosmos, sino que también debe representarlas, expresarlas, hacerlas manifiestas. Y, de entre las leyes fundamentales, la gravedad es al mismo tiempo ineludible y omnipresente”.

    La estructura se convierte en un componente fundamental para el desarrollo de la arquitectura. En su síntesis y en su diálogo cordial, equilibrado, es donde radica esta importancia debido a que hace posible que una disciplina se engrandezca de la mano de la otra; acoplándose simultáneamente con el lugar de su emplazamiento. De este modo, logra destacar y potenciar su singularidad.

    El texto original de este artículo fue publicado en nuestra edición impresa de diciembre. Ingresá a la edición digital para leerlo igual que en el papel, haciendo click aquí

     

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