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    Mendocina por adopción, hizo de sus principales pasiones su modo de vida para conjugar así la docencia y el diseño. 

    Por Diana Chiani / Fotos: Luis Guiñazú

    Aunque su tonada la delata porteña, Josefina Foti no parece añorar su vida en Buenos Aires y ya casi se siente tan mendocina como cualquiera: “no creo que, como algunos dicen, acá sean cerrados”, comenta del lugar que –hace casi 15 año- le dio su segunda profesión: el Diseño de Interiores.

    No se trata solo de un título o un trabajo que hoy la tiene como directora de las carreras de Diseño Gráfico, Interiorismo e Indumentaria de la Universidad de Mendoza.

    Es que se nota, cuando habla, que es una pasión, que para ella “el diseño es la vida misma” ya que “se encuentra en todo: desde la cama en que dormimos hasta en el celular” así como en cada pequeña cosa en la que la mayoría no repara la existencia del diseño.

    Ese fanatismo por la armonía y la belleza siempre estuvo latente y presente en su vida, pero sin el título que lo formalizara y que, con dos niñas pequeñas y recién llegada a la provincia, se animó a comenzar a buscar. 

    Así, en 2005 comenzó la carrera para convertirse en licenciada en Diseño, especializada en Interiorismo. En la actualidad, está cerca de terminar su tesis de Maestría en Diseño para la Gestión y el Desarrollo en lo Regional (UNCuyo). 

    Además, da clases en las materias de Semiología y Taller Integral de Diseño de Interiores de la UM. Eso, por no mencionar que, junto a sus hijas arquitectas, trabaja en su propio Estudio. En la actualidad, camina a la par con las dos pasiones de su vida: la docencia y el diseño.  

    – ¿Cómo fue la decisión de comenzar a estudiar Interiorismo?

    – Siempre trabajé como maestra e, incluso, fui maestra rural; una profesión de la que disfruté mucho, pero en Buenos Aires ya había hecho un curso intensivo de Interiorismo con la arquitecta Marcela Mitnick ya que la arquitectura me apasionaba desde chica. Por eso, cuando llegué a Mendoza, tomé la decisión.

    – ¿Cómo fue la adaptación a la provincia?

    – Cuando llegué me costó un poco porque no conocía a mucha gente y mis hijas eran pequeñas. Fue un gran desafío al principio, pero cuando entré a la facultad los chicos enseguida me unieron a los grupos. Tal vez porque me veían más grande y hasta el día de hoy me frecuento con mis ex compañeras. Fue una experiencia muy enriquecedora. 

    Josefina se recibió como diseñadora en 2008 y luego continuó la Licenciatura. Desde 2015 es la directora de las carreras, pero, fiel a su vocación docente apenas terminó comenzó como asistente académica y continuó luego como profesora titular. 

    “Me encanta preparar al alumno que llega y en me encuentro con muchos de ellos en las obras. Me fascina estar cerca de los jóvenes, los escucho mucho y estoy en permanente contacto con ellos”, comentó Josefina.

    ¿Cómo es trabajar con casi toda la familia?

    – Tanto Florencia (30) como Camila (28) son arquitectas. En el estudio se respira diseño y la verdad es que disfrutamos mucho trabajando juntas. Nos llevamos bien. 

    ¿Qué implica ser interiorista en una provincia pequeña y en un país en crisis? 

    – La verdad es que la gente consume interiorismo y cada vez se instala más la idea del plus que verdaderamente aporta un diseñador de interiores ya que va más allá, tiene una sensibilidad formada que excede el buen gusto que se pueda tener para decorar un espacio. Aporta una mirada 360. 

    No se trata solo de comprar un sillón bonito sino que es importante que alguien te guíe, te de distintas opciones; siempre dentro de lo que los habitantes de la casa desean y también en función de sus hábitos y costumbres. 

    Como directora de carreras y en conjunto con la facultad de Arquitectura, el objetivo de Foti es que el arquitecto tenga la necesidad –desde el comienzo- de la mirada de un interiorista para poder trabajar juntos y porque el resultado final siempre es enriquecedor.

    ¿Y en el contexto actual?

    – Y, como todos, en Argentina nos ponemos más creativos. Si o si tenemos que buscar una vuelta ya sea por los elevados precios, ya por la falta de materiales. La creatividad en sí es un ejercicio, se trata de sentarse, de practicarla a diario y, a veces, estas crisis sirven para este ejercicio. 

    ¿Qué es para usted el diseño? 

    – Es el medio de vida. Uno se despierta y lo primero que ve es diseño. Desde el minuto cero, el diseño es la vida misma.

    ¿Y qué es lo que más disfruta de diseñar?

    – Me gusta todo el proceso, en realidad. El primer encuentro con el cliente, conversar con él, interpretar lo que me transmite, reinterpretarlo y poder llevarlo a cabo. Lo mejor es cuando ese cliente me dice que le gustó, que entendí lo que quería y ahí siento que cumplí. Es una gran satisfacción para mí. 

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