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    En octubre de 2019 un grupo de voluntarias mendocinas replicó un exitoso proyecto que desde hace años se lleva adelante en otras provincias y en países de Latinoamérica.

    Por Victoria Navicelli / Fotos: Luis Guiñazú Fader.

    Estás en la calle y de repente te urgen las ganas de probar un bocado dulce o salado o, quizás, beber algo freso. Encontrás un kiosco, revisás tus bolsillos y el billete ahí dentro te dice que podés entrar y comprar aquello que deseas. Elegís, pagás y lo consumís. Guardás el envoltorio o la botella vacía en tu mochila, o lo tirás en algún cesto de basura en la calle. Creés que todo terminó ahí, pero el círculo de la contaminación apenas ha empezado. Los residuos de un solo uso, es decir, aquellos que se convierten en basura inmediatamente después de su consumo; son los que generan mayores problemas: invaden acequias, espejos de agua y hasta plazas y parques. Una acción individual muy pequeña puede cambiar el destino de estos residuos e impactar de manera positiva a nivel social y ambiental.

    En octubre de 2019 un grupo de voluntarias mendocinas replicó un exitoso proyecto que desde hace años se lleva adelante en otras provincias y en países de Latinoamérica: las botellas de amor. Se trata de una propuesta ecológica para acopiar plástico de un solo uso dentro de botellas para ser recicladas y transformadas en madera plástica. Además, la propuesta mendocina tiene un doble impacto: es ambiental y social al mismo tiempo. Un convenio junto a la Fundación Notti permite destinar lo recolectado a la pileta de hidroterapia para que niños y niñas que lo necesitan, puedan rehabilitarse correctamente. Botellas de Amor está formado por jóvenes con perfiles profesionales diferentes pero con la misma mirada social. Ellas son: Carla Domínguez, Odontóloga; Belén Falappa, Contadora Pública; Guadalupe Molina, estudiante de Ingeniera Agrónoma; Ángeles González, estudiante de Derecho; Paulina Cantú, estudiante de Turismo; Amparo Plana, estudiante de Psicología; Milagros Varas, estudiante de Contabilidad.

    ¿Qué es Botellas de Amor?

    Ángeles González: Es un grupo de jóvenes voluntarias que nace a partir de la preocupación que teníamos sobre los plásticos desparramamos en las calles. Pensamos hacer cuchas para perros con ecoladrillos. Nos comunicamos con Botellas de Amor en Buenos Aires y nos ofrecimos para ser un punto de almacenaje para luego enviárselos. Sabemos que ellas tienen una planta recicladora más grande. Como ellas son solo dos y no cuentan con demasiados recursos, es que decidimos hacer algo acá en Mendoza. Averiguamos cuál podía ser el destino de las botellas. Fue Carla la que se comunicó con la gente de Madera Plástica Mendoza, quienes se dispusieron a recibir las Botellas de Amor para tratarlas de manera adecuada. Comenzamos a crecer y crecer, la gente nos pide puntos de recolección, también nos pregunta cómo llenar las botellas.


    ¿La gente se suma a la iniciativa?

    A.G.: Es mucha la gente que quiere sumarse y que toma conciencia del alrededor. Se han involucrado en el proyecto y, además, en el tratamiento de otros residuos. Han empezado a reflexionar sobre su propio consumo y ahora se preguntan cómo poder reciclar o cómo compostar o qué hacer con otros residuos que tienen en casa. Además, están quienes se suman para colaborar con transporte y demás.

    ¿Qué destino tienen las Botellas de Amor?

    Milagros Varas: Son llevadas a la planta recicladora Maderas Plástica Mendoza, en Junín. Ahí trituran este plástico para hacer postes para viñas. Lo bueno es que no se desperdicia nada, todo se aprovecha.

    Á. G.: Esto también evita la tala de árboles, ya que para los postes se utiliza madera y con estos postes de viñas de madera plástica se evita talar 23 millones de árboles al año. El proyecto contribuye en dos caminos: el destino del plástico y la no tala.

    ¿Qué lleva la Botella de Amor?

    Guadalupe Molina: Va únicamente residuos plástico y telgopor. Una botella común puede contener medio kilo de plástico de un solo uso. Lo ideal es colocar la basura directamente en la botella y no en una bolsa plástica, sobre todo porque es más higiénico.

    ¿Cuál es el valor agregado de hacer este reciclaje?

    A.G.: Lo importante de Botellas de Amor es que se encarga de un tipo de plástico que no se puede reciclar de otra forma (el de un solo uso). Si no hacemos una botella, este residuo termina en un basural a cielo abierto.

    Paulina Cantú: Además, de los tres pasos del reciclaje (reducir, reutilizar y reciclar), lo que pasa con este plástico es que no lo podemos reutilizar. Entonces, esto brinda una solución.

    Para llevar adelante el proyecto, tuvieron que indagar mucho…

    G. M.: Sí, investigamos mucho. Fue una tarea de recopilar información y, también, un aprendizaje constante, de lo que fuimos aprendiendo con la marcha.

    A. G.: Los municipios también colaboraron mucho. Ellos nos explicaron sobre los recuperadores urbanos, a través de ellas conocimos otra parte de la recolección de residuos.

    Las nuevas generaciones tienen un compromiso socioambiental mayor. ¿Coinciden en eso?

    G. M.: Totalmente. Los más jóvenes, incluso los niños, son los primero que contagian a los mayores en tomar acciones vinculadas con el reciclaje.

    M. V.: Una reflexión que siempre recuerdo de mis padres es que ellos me dijeron que nacieron en un mundo en el que no había restricciones, no pensaban a dónde iba un residuo. Nuestra generación nació con ciertos límites y eso nos hace pensar más y querer hacer algo.

    P. C.: La generación de la que habla Mili (entre 40 y 60 años), es a la que más le cuesta comprender que esto no es basura, sino un residuo. Los más pequeños y las personas adultas mayores aprenden más fácil y se comprometen más.

    ¿Cuánto han recolectado hasta el momento?

    A.G.: Trece o quince mil kilos de plástico. Al ser un plástico tan liviano, este número es muy importante.

    ¿Dónde se pueden dejar las botellas?

    P. C.: Estamos presentes en varios puntos de la provincia. Queda reforzar el Sur y algunos departamentos del Este. Sabemos que recolectan botellas, pero no su destino final.

    A.G.: En todos los demás departamentos tenemos una buena recolección, ya sea con la ayuda de los municipios o con la ayuda de un particular. Nosotras también trabajamos en sostener los puntos de recolección.

    ¿Están pensando en nuevas acciones vinculadas con el proyecto?

    A.G.: Estamos organizando charlas en colegios, ya que los más pequeños son quienes impulsan los nuevos hábitos en sus casas. También acciones en barrios y parques, haciendo una red de voluntarios que se involucren en el tema y podamos alcanzar a más personas. La idea es generar convocatorias para sumar personas y llevar adelante acciones en el contexto.

    ¿Qué opinan sus familias sobre las acciones que llevan adelante?

    P.C.: Siempre decimos que somos voluntarias que trabajan con otros voluntarios y, los principales, son nuestras familias. Nos han ayudado en todo y lo siguen haciendo. Y, no somos nada sin la colaboración de ellos y de las demás personas que apoyan el proyecto.

    ¿Por qué hacer una Botella de Amor?

    P.C.: “El mundo cambia con tu ejemplo y no con tu opinión”, esa frase cambió mi forma de ver las cosas. Entendí que nosotras tenemos que generar el cambio.

    G. M.: Cuando te ponés a pensar el destino de la basura que arrojás en el cesto, te das cuenta que va a parar a un basural a cielo abierto y, si bien no lo tirás en una acequia o en la calle; es lo mismo. Se produce una cadena en el que no recibe un tratamiento indicado. Hacer una botella de amor ayuda al lugar donde vivís y, también, al único planeta que tenemos.

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