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    Revista ClubHouse te invita a conocer los recuerdos y las pasiones de esta actriz, coreógrafa, docente y directora teatral.

    Por Zulema Usach

    La actriz, coreógrafa, docente y directora teatral acaba de presentar la última de las cinco fiestas vendimiales que ha dirigido. La danza -como amor primario e iniciático- la llevó a amar los escenarios y el trabajo en equipo para lograr un hecho artístico. Sus deseos, recuerdos y pasiones.

    Estaba en el pre universitario dispuesta a estudiar Filosofía cuando todos sus allegados le decían “Vilma, vos podés bailar” o “lo tuyo es la danza”. Desde entonces, no pasó demasiado tiempo para que ella, joven y con toda una carrera por delante, decidiera escuchar aquellas voces externas pero, ante todo, seguir el impulso que marcaba su vocación. Vilma Rúpolo, aquella joven de los ’70, de pensamientos profundos y espíritu inquieto quiso ir más allá: “Llegué hasta tercer año hasta que ya no pude más. Empecé a dedicarle mi vida a la danza. Primero como bailarina y luego como coreógrafa”, rememora al dar cuenta –una vez más- de sus comienzos en una trayectoria que la transformó en una de las referentes más importantes de las artes escénicas de la provincia y el país.

    Su calidez al hablar y un gesto siempre ameno en el rostro son la muestra de su esencia espiritual pero no por ello menos prolija, atenta al detalle, permeable al aprendizaje y firme a la hora de tomar decisiones para consensuar con equipos de trabajo y buscar la opción que dé mejores resultados.

    – ¿Cómo vive el arte?

    – A veces, cuando tomo conciencia de todo lo que he podido hacer pregunto cómo fue que lo logré. Y la verdad es que cuando estoy en el momento, me focalizo en eso, en resolver cada detalle de la gran amplitud de aspectos que incluye estar frente a un grupo, enseñar y buscar consensos. El hecho artístico en sí mismo te moviliza, te inspira.

    En este sentido, su carrera muestra un crecimiento permanente. Actriz, coreógrafa, docente universitaria y directora teatral, Rúpolo ha sido el “alma mater” de cinco Fiestas Nacionales de la Vendimia, incluyendo la de este año, “Constelación del Vino”.

    Y es que desde que comenzó a transitar por los escenarios del Frank Romero Day, desde los 17 años, la devoción por la fiesta más importante de su pueblo le fue marcando el rumbo. Amor por el arte, tal como ella define al referirse al motor que siempre la ha movilizado. Algo que supo trasladar a las aulas de la Universidad Nacional de Cuyo como docente y también al dirigir el Ballet que ella misma integraba desde hace más de 25 años.

    -¿Cómo fueron sus inicios en las artes escénicas?

    – Pertenecía al ballet de la Universidad Nacional de Cuyo. Hubo maestras que marcaron mi vida, como María Teresa Carrizo (danza clásica) y Isolde Klietman (danza contemporánea). Ellas fueron las primeras referentes. Luego me dediqué a la danza teatro fusión y fundé la Compañía “El árbol, Danza Teatro. El nombre que eligió para su conformar la agrupación artística, no fue casual. Y como todo en el devenir de la actriz, surgió desde su propio fluir.

    -¿Qué representa El Árbol?

    Los árboles son un componente esencial de la naturaleza y representan la vida en una tierra como Mendoza. Al expresarse, va entretejiendo relaciones entre su sentir, su vocación y la raigambre que la une a la provincia.

    “Si uno piensa en la frase ‘por amor al arte’ el concepto recobra sentido. Porque hay cosas que el dinero no compra”

    – ¿Cuál fue la sensación al dejar una carrera para continuar con su vocación artística?

    – A mí me gustaba mucho la filosofía pero yo no podía dedicarme a las dos carreras al mismo tiempo. Y si tenía que elegir, elegía la danza. De todos modos, creo que es posible desarrollarse en un arte y estudiar, si es lo que uno desea.

    -¿Se puede vivir del arte?

    -Claro que sí. Si uno piensa en la frase ‘por amor al arte’ el concepto recobra sentido. Porque hay cosas que el dinero no compra.

    Muchas veces uno tiene que pensar, por ejemplo, en el amor al equipo, a los que a diario trabajan con vos. Las formas del arte son misteriosas y maravillosas.

    Lejos de quedarse en el mismo lugar, la mendocina siempre buscó el perfeccionamiento. Realizó cursos en el Teatro Colón, en el Instituto de Artes y Espectáculos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires como así también en la Compañía Nucleodanza de Bariloche. Más tarde, en 1989, su talento artístico la llevó a Alemania, donde se perfeccionó en danza –teatro y danza contemporánea, como actriz y también como directora teatral. Cuba y Marruecos fueron otros lejanos destinos que la encontraron participando de diferentes festivales, allá por los ’90.

    A Rúpolo no le gusta enaltecerse a sí misma. Mantiene un perfil más bien bajo y se siente gustosa cuando se le pregunta por su familia o por los amigos que cosechó a lo largo de su vida. A sus alumnos se siente cercana, con sus colegas trata de encontrar el punto en común para resolver los inconvenientes y al referirse a los grupos teatrales que le ha tocado dirigir, asegura que siempre habrá una dinámica cambiante. Tal vez de allí, ha sabido sembrar una paciencia que parece inagotable.

    – ¿Qué ha sido diferente en las últimas vendimias que dirigió respecto de la primera, en 2011?

    – Creo que cada experiencia es distinta, en aquella época había un gran impulso y eso te ayuda a que las cosas salgan bellas y profundas. El patrón común es que siempre hay un hecho artístico que te inspira y dentro de eso es fundamental buscar la coherencia.

    En Vendimia, hay componentes específicos porque estás representando la identidad del pueblo. Es un espectáculo que no es un show; es mucho el amor y la dedicación que está en juego.

    -¿Qué se buscó con Constelación del Vino?

    – Brindar un mensaje sanador, alegre, respetando a la naturaleza y a la vez ligado a las tradiciones. Al mismo tiempo se da el valor del trabajo colectivo, ahí está la apuesta fundamental para que el resultado sea el esperable.

    – ¿Qué implica el trabajo colectivo?

    – Lograr plasmar una idea donde antes no existía y representarla de modo que llegue al público no es una tarea sencilla. Siempre habrá diferentes puntos de vista y se va dando una interrelación. En las artes escénicas siempre ha existido la necesidad de trabajar en equipo.

    – Cada uno hace su parte para el conjunto…

    – Así es, es como una orquesta, esas experiencias son las que más enriquecen porque hay muchas miradas. No hay nada más lindo que imaginar algo y después verlo plasmado en una obra.

    -A nivel personal, ¿cuál considera su mayor logro?

    – Tengo dos hijos y un nieto que me llenan de alegría, me hacen sentir más estable y menos sola. Todo ese impulso se siente porque se manifiesta como vida y como amor.

    -También ha sembrado muchos amigos…

    – Sí, tengo la gran suerte de tener amigos con los que hace más de treinta años nos reunimos cada 28 de diciembre en el patio de mi casa. Son personas con las que he compartido mucho, desde que estaba en el ballet.

    Cuando llega la fecha, todos vienen a mi casa más allá de dónde vivan. Los alumnos de danza y de teatro también son para mí una gran familia.

    – ¿Qué proyectos se le plantean a futuro?

    – Uno de los objetivos que me he planteado es lograr que exista la carrera de danza en Mendoza. Es un gran deseo que tengo, por eso elaboré un proyecto para que se incluya dentro del plan de estudios. Sería una manera de darle un carácter legítimo al arte”.

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    Vilma Rúpolo

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