Son fascinantes y están ligadas a lo tropical. Muchas especies están en peligro crítico de extinción, aunque los nuevos descubrimientos sobre cómo viven, aman y mueren las orquídeas dan nuevas esperanzas sobre su conservación.
Las orquídeas son la familia de plantas más grande del mundo. A pesar de la extrema rareza de algunas especies, las orquídeas constituyen alrededor del 10 por ciento de todas las especies de plantas del planeta. Los científicos conocen más de 25.000 especies de orquídeas silvestres y casi 10 veces ese número de variedades híbridas. Cientos de nuevas especies silvestres son descubiertas cada año, dice el especialista del Smithsonian Gardens, Tom Mirenda, pero a veces solo porque sus hábitats están siendo saqueados en el proceso.
Las orquídeas comen hongos y pueden depender únicamente de esta fuente de nutrición fúngica durante años antes de que crezcan lo suficiente como para realizar la fotosíntesis. Algunas orquídeas nunca producen hojas verdes y viven de sus hongos durante toda su vida.
Algunas orquídeas tienen valor como medicinas. La medicina tradicional china utiliza docenas de especies nativas para tratar una variedad de enfermedades. La orquídea Dendrobium catenatum, por ejemplo, se usa en tés y sopas como tónico para proteger las voces de los cantantes, y también se cree que ayuda a prevenir el cáncer y estimular el sistema inmunológico. La popularidad de las orquídeas en las preparaciones medicinales tradicionales ha dado lugar a una disminución drástica de muchas orquídeas asiáticas nativas.
Están presentes en todos los continentes, incluyendo el Círculo Polar Ártico, con una única excepción: la Antártida. Otro dato sorprendente es que imitan la naturaleza y muchas se centran en un único insecto polinizador. Para ello, se han hecho maestras del engaño adoptando aspectos que recuerdan a algunos animales. Lo que logran con esto es atraer, por ejemplo, a los machos de determinados insectos que confundirán el dibujo de sus flores con una hembra.
