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    En esta sección de revista ClubHouse, analizamos la relación entre la arquitectura y la naturaleza, en los espacios interiores y exteriores.

    Por Arq. María Florencia Oña La Micela

    La relación entre arquitectura y naturaleza es recurrente desde que la primera, en su concepción mayor, incluye el espacio interior y el exterior en juegos que van desde edificios hasta parques y plazas.

    La naturaleza como lienzo es un movimiento artístico que nació entre 1960 y 1970 asociado a paisajes de Gran Bretaña y Estados Unidos. Como tendencia de arte que expande sus límites materiales, incorpora elementos de la tierra e incluye piedras, vegetación y agua encontrados en el sitio. Centrado en el rechazo a la comercialización del arte y compartiendo intereses relacionados con movimientos conscientes, esta expresión coincidió con el rechazo popular a la vida urbana y el fomento de la vida rural por lo que incluyó valores espirituales y trascendentes.

    En este contexto, la obra Nivel del Mar, realizada por el artista Richard Serra, se basa en el tema de la altura en un paisaje abierto y descampado. Dos muros de hormigón atraviesan el parque de forma lineal y, con 200 metros de longitud, están diagonalmente alineados en el desarrollo del canal y desaparecen en su culminación convirtiéndose en elementos casi invisibles en la cota más elevada. En la más baja, la gran pared tiene varios metros de altura y propone un sentido físico al nivel del mar evocando la sensación de estar sumergidos para caminar debajo de ella, sólo para emerger más adelante.

    La relación entre la arquitectura y el paisaje natural ha sido, de este modo, un tema recurrente desde que la primera en su concepción mayor incluye el espacio interior y el exterior respondiendo a complejidades programáticas que van desde edificios hasta parques y plazas.

    Así, un sitio determinado entrega un vasto bagaje de información posicionando al diseñador como responsable de la toma decisiones claras a la hora de responder en forma concreta a una problemática propuesta.

    TRES MODELOS

    La historia de la arquitectura y el paisaje revela tres modelos básicos demostrados en su relación: contraste, fusión y reprociprocidad. Los contrastes, tensiones y ambigüedades aparecen con la combinación de una o dos de estas características, no sólo para realzar la obra en su entorno sino también para crear una relación compleja y llena de significados. Los tres modelos descansan en una condición base sobre la correcta relación entre los seres humanos y la naturaleza.

    El contraste yuxtapone la arquitectura con el paisaje natural o cultural. Una estrategia típica sería la de posicionar un edificio en contra de un paisaje relativamente virgen. La escala de la obra, la forma y sus materiales actúan para crear un contrapunto con su entorno inmediato. No existen jardines o terraza que puedan servir como elementos de transición. De este modo, se logra un contraste contundente entre el elemento arquitectónico y su paisaje.

    La fusión es polarmente opuesta al contraste. Aquí, el edificio aparece de modo integral con su entorno cultural o natural. La forma del edificio refleja la topografía y, en casos extremos, incluso se puede llegar a enterrar un inmueble con el objeto de no ser visto e interrumpir las visuales circundantes. La fusión de un modo puro nunca es posible del todo ya que el hecho de incluir un edificio en un paisaje natural determinado introduce un elemento de contraste, modificando el mismo. En el paisaje urbano, donde la forma construida predomina, este modelo se incorpora continuando con las características de la arquitectura existente.

    “LA FUSIÓN IMPLICA, EN UN SENTIDO RACIONAL, UNA ACTITUD FRENTE A LA NATURALEZA QUE LOS HUMANOS DEBEMOS RESPETAR SI QUEREMOS SOBREVIVIR EN ESTE PLANETA”.

    Frecuentemente, la visualización de la naturaleza que informa una fusión entiende la naturaleza como un hecho trascendente y poderoso el cual transforma la existencia humana o evoca un profundo sentimiento. Puede implicar -en un sentido más racional o hasta científico- una actitud frente al paisaje: los humanos debemos respetarlo si queremos sobrevivir en este planeta.

    Reciprocidad, en tanto, es la acción más utilizada. En la misma, edificios y paisaje se modifican mutuamente. Proyectando literalmente de un modo complementario al paisaje natural, interior y exterior se conectan, comparten la misma organización y principios y se incorporan -a modo de transición- elementos arquitectónicos como terrazas, pérgolas, muros, pórticos, espejos de agua y vegetación. Por caso, la bodega Bell – Loc de los arquitectos RCR concibe un acceso a modo de promenade direccionada al mundo subterráneo del vino desde el camino que comienza en el bosque hasta conectar con el edificio. Es una manera de ofrecer en su interior un espacio de penumbra que deja en evidencia el peso de la tierra.

    Estas diferentes propuestas, tanto artísticas como arquitectónicas reflejan la relación intrínseca que existe entre la arquitectura, el lugar y el paisaje.

    El texto original de este artículo fue publicado en nuestra edición impresa de setiembre. Ingresá a la edición digital para leerlo igual que en el papel, haciendo click aquí

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